3 abr 2007

Era Taza

Estiré los brazos lentamente, como desenrollándolos en cámara lenta. Era como moverse abajo del agua, solo que el agua era negrísima. De repente, en ese espacio oscuro, toqué unas manos! El profe había sentado delante de mí, a uno de mis compañeros ¿Quién será? Yo no tenía idea de que quién era. . . podría ser flor o Leticia o… ¡un varón! Me muero si es un varón…

Necesitaba saber quién era… intenté con un poco de vergüenza reconocer esos dedos, pero eran tan finitos que no se me venia la cara de nadie, ¿Y ahora qué hago? , Que desesperación.!

-Pueden comenzar- dijo el profe. Al toque me acorde de las reglas: como en todo juego había reglas para respetar. Y que reglas! Ya habíamos acordado que estaba prohibido hablar y sacarse la venda. Si nos pescaba espiando, el profe nos pellizcaba, entonces estábamos fuera de juego y teníamos que salir del aula.

El maestro siempre trae algo nuevo para leer o para jugar, pero esta vez no entiendo como se le pudo ocurrir esta locura. Unos días antes, ya nos había pedido los materiales: crealina y un pañuelo. Pensé que la crealina iba a terminar convertida en cenicero para mi mamá o en un adornito, pero no me imaginé esto es lo que iba a suceder…:

Primero no paramos en el pizarrón y nos vendamos los ojos con el pañuelo. Yo había llevado uno turquesa de mi bisabuela y como era tan pero tan sedoso me costo un poco ajustarlo. Caminando a oscuras el profe nos sentó en cualquier banco frente a otro compañero. Entre los dos, había que armar un objeto. Al principio fue re complicado porque no se me ocurría que hacer. Por suerte mi compañero dedos de pianista, empezó a trabajar, tenía una idea, ¿Cuál sería? Yo tocaba sus manos mientras amasaba la crealina con rapidez. Primero tomo un trozo, lo paró sobre el banco, le hizo un agujero en el centro con su dedo. El agujero era cada vez más y más grande, tanto que las finitas paredes eran cada vez más y más finitas. -¡Ya está!- pensé. Estaba armando una taza. Sí, estaba muy segura. Las paredes finitas con forma circular, sobre una base en el fondo, era más que obvio.

Tomé valor y me decidí a ayudarlo. Toda taza tiene un asa. Tomé crealina, la amasé en la mesa como para formar una salchicha y la coloqué en uno de los costados de la taza. Como notaba que mi compañero seguía con las paredes de la taza, pensé que podría aportar un plato donde apoyarla. El plato que armé tenía forma irregular, resulta difícil armar un círculo sin compás… Intenté despegar la taza del banco para colocarlo y fue imposible, tenia miedo de hacer fuerza para despegarla taza. Si se llegaba a romper, había que empezar de nuevo. . . Entonces, opté por partir el plato y colocarlo en la base a modo de voladito. Cuando iba a colocar la segunda mitad de mi plato partido, noté que faltaba algo. ¿Que pasó? ¿Dónde está mi ½ plato? Mi compañero invisible lo había sacado, ¿Por qué? Si todas las tazas tienen platos, no entendía que pasaba. ¿Se habrá arrepentido? Notaba que seguía amasando con ganas.

Ya me voy a enterar qué esta haciendo o por qué quitó mi plato- pensaba. – Qué haga lo que quiera, yo voy a seguir, además las tazas se llevan de maravillas con las cucharitas. Terminé de armar la cucharita justo a tiempo. El juego había terminado.

Esos dedos finitos… eran de Felipe! ¡Que vergüenza…! Y la taza, ya no era taza, era una azucarera. Por algún motivo el plato le sirvió a Felipe de tapa. No conozco que tazas tendrá Felipe en su casa, pero no conozco ninguna que lleve un plato por tapa. Mas que taza creamos una azucarera.

Después me contó que en realidad quería armar una vasija bien alta, pero cuando yo le puse manijas, se dio cuenta que mi idea era otra. Pienso que algo nos pudimos entender, no había porqué tener tanto miedo a la oscuridad.


Flor. Seminario de alfabetización.

3/04/07